• El Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA)
manifiesta su protesta ante el vertido de agua
radiactiva de Fukushima planeado por Japón en los
próximos meses y advierte que establece un precedente
muy peligroso.
• La continuidad de la energía nuclear en el Estado
español provoca la generación de miles de toneladas de
residuos altamente radiactivos para los que no existe
una solución definitiva.
• El MIA denuncia que se está lejos de una solución real
a los residuos nucleares, ya que los planes de gestión
propuestos hasta ahora en ambos borradores del 7º Plan
Nacional de Residuos Nucleares presentan numerosos
problemas.
El 11 de marzo de 2011 un tsunami azotó Japón y provocó
la explosión de los reactores 1 y 3, así como del
edificio del reactor 4, de la central nuclear de
Fukushima, provocando un desastre nuclear que dura hasta
hoy. Un desastre nuclear que vuelve a poner en riesgo la
salud de la vida marina y, en consecuencia, la de la
especie humana. En este aniversario, el Movimiento
Ibérico Antinuclear (MIA), del que forma parte
Ecologistas en Acción, vuelve a exigir el cierre de
todas las centrales nucleares, y rechaza la decisión
tomada por el gobierno de Japón de liberar esta próxima
primavera o verano 1,3 millones de metros cúbicos de
agua radiactiva al océano Pacífico.
El agua radiactiva procede del enfriamiento del
combustible nuclear fundido de tres de los reactores de
la central nuclear de Fukushima. Aunque para reducir su
radiactividad se somete a un proceso de filtrado, de
manera que solo quede tritio, la realidad es que el
proceso no ha funcionado como se esperaba. En 2018 la
prensa japonesa descubrió que la empresa propietaria,
TEPCO, ocultaba que aproximadamente el 84% de los
890.000 m³ de agua tratada a partir de septiembre de
2018 contenían concentraciones más altas de sustancias
radiactivas que los niveles permitidos para su
liberación al océano. Según los datos de TEPCO, en
agosto de 2021 el 69% del agua (832.900 m³) se someterá
a reprocesamiento.
Ante ello, el MIA vuelve a solidarizarse con la
población nipona y reclama el fin de la energía nuclear,
civil y militar. El cierre de las centrales nucleares es
el primer paso para reducir el volumen de residuos
enormemente radiactivos. Del mismo modo, reclama que no
se dé un paso atrás en el calendario de cierre y se
produzca un debate abierto sobre la gestión definitiva
de estos residuos radiactivos.
La continuidad de la energía nuclear en el Estado
español provoca la generación de miles de toneladas de
residuos altamente radiactivos, para los que no existe
una solución definitiva. La falta de participación
ciudadana, con un debate abierto sobre cómo abordar la
gestión de estos residuos, así como la ausencia de unas
medidas fiscales que garanticen que las empresas
propietarias de los reactores nucleares paguen por la
gestión completa de los residuos que han generado,
implican un enorme riesgo.
Los planes de gestión hasta ahora propuestos en ambos
borradores del 7º Plan Nacional de Residuos Nucleares
presentan numerosos problemas, como el retraso en varias
décadas del inicio de un emplazamiento definitivo de los
residuos nucleares. Las organizaciones que forman el
MIA, entre ellas Ecologistas en Acción, vuelven a
denunciar que se siguen repitiendo paradas no
programadas y diversos incidentes en las centrales
nucleares, que son una muestra clara del estado de
envejecimiento de los reactores y de la degradación de
las condiciones de seguridad de los emplazamientos
nucleares. Cada vez es más evidente que la energía
nuclear es cara, obsoleta, muy peligrosa y que se puede
prescindir de ella, apostando por el adecuado desarrollo
ecológico, territorial y ambiental de las energías
renovables.
LA SITUACIÓN EN FUKUSHIMA
El pasado 13 de enero el gobierno de Japón tomó la
decisión de comenzar la descarga de los depósitos que
contienen el agua proveniente del enfriamiento de los
reactores de Fukushima. Será en la primavera o el verano
del presente año. Estos depósitos contienen 1,3 millones
de metros cúbicos de agua radiactiva almacenados. El
agua se verterá al océano a través de un túnel submarino
de un kilómetro de largo. Su construcción, a 12 metros
bajo el mar, está casi finalizada. El gobierno solo
espera el respaldo de la Organización Internacional de
Energía Atómica al proceso de descontaminación de esa
enorme cantidad de agua radiactiva.
El gobierno nipón no ha logrado vencer la oposición de
las cooperativas de pescadores locales y grupos sociales
japoneses, a pesar de prometer fondos de apoyo por más
de 500 millones de euros a la industria pesquera local.
Tampoco convence a los países vecinos, que no se fían de
la seguridad de la dilución del agua radiactiva en el
mar. El Foro de las Islas del Pacífico, una organización
de casi 20 países y regiones, incluidos Australia y
Nueva Zelanda, ha pedido que se posponga la descarga al
océano por su impacto negativo en la industria pesquera.
China y Corea del Sur no confían en el proceso de
descontaminación que viene realizando la empresa TEPCO.
Los grupos ecologistas cuestionan las afirmaciones del
gobierno japonés de que el agua no afectará la vida
marina ni la salud humana, pero también las cuestionan
las organizaciones científicas. La Asociación Nacional
de Laboratorios Marinos (NAML), a la que pertenecen más
de 100 laboratorios, ha señalado la falta de datos
científicos adecuados y precisos para respaldar esas
garantías de seguridad. Denuncian la ausencia de datos
contrastados sobre el contenido de sustancias
radiactivas en cada tanque. Solo desde 2022 la
eficiencia del proceso la evalúa laboratorios no
japoneses. Para la NAML, los datos proporcionados por
TEPCO y el gobierno japonés muestran, en algunos casos,
fallos en los protocolos de muestreo, diseño estadístico
y análisis de muestras. No toman en consideración
soluciones alternativas a contaminar el océano, como el
almacenamiento durante 40 a 60 años mientras disminuye
el nivel de radiactividad del tritio, sustancia que no
se puede filtrar; la acumulación de los radionucleidos
en la concha de moluscos filtradores como las ostras; o
incluso emplear el agua para hacer cemento, más fácil de
almacenar y capaz de bloquear la radiactividad del
tritio.
La asociación científica declara que confiar en la
dilución de los contaminantes en el océano es ignorar la
realidad de los procesos biológicos de bioacumulación y
bioconcentración en organismos marinos como almejas,
ostras, cangrejos, langostas, camarones y pescado, así
como los fenómenos de acumulación en los sedimentos
locales del fondo marino. El océano Pacífico contiene la
mayor biomasa de organismos de valor ecológico,
económico y cultural, incluido el 70% de las pesquerías
del mundo.
El gobierno japonés y TEPCO insisten en que los impactos
ambientales y de salud serán insignificantes porque el
agua tratada se liberará gradualmente después de haber
sido diluida por grandes cantidades de agua de mar.
Mientras, la Agencia Internacional de Energía Atómica
intenta justificar la decisión recordando que las
plantas nucleares de todo el mundo utilizan un proceso
similar para eliminar las aguas residuales, que
contienen concentraciones bajas de tritio y otros
radionúclidos.
LA CONTAMINACIÓN RADIACTIVA EN EL ESTADO ESPAÑOL
En España también se obliga a convivir con la
contaminación radiactiva. El informe del Consejo de
Seguridad Nuclear al Congreso de los Diputados y al
Senado del año 2021 dice: “La actividad de tritio
presenta valores medios anuales superiores al fondo
natural en algunos ri´os (Ebro, Tajo, Ju´car y Segura)
como consecuencia de los efluentes de las centrales
nucleares ubicadas en el propio ri´o, o del trasvase
Tajo- Segura. No obstante, son muy inferiores al valor
de 100 Bq/l establecido en el Real Decreto 314/2016, y
tienden a disminuir progresivamente aguas abajo, por las
aportaciones de afluentes con baja actividad de tritio”.
Del mismo modo, persisten vertidos radiactivos en la
zona de Palomares, debidos a la caída de cuatro bombas
en el territorio almeriense.
El problema, a juicio del MIA, es que por muy bajo que
sea el nivel de radiación no puede descartarse un daño a
la salud. Por tanto, los límites legales de exposición
radiactiva no son una garantía, son orientativos. Es
evidente que el “beneficio” de la generación eléctrica
nuclear no puede compensar el daño que causa en el
presente y para las próximas generaciones.
El Movimiento Ibérico Antinuclear manifiesta su protesta
por la contaminación radiactiva del océano y advierte
que establece un precedente muy peligroso, como
demuestra la intención de verter al Atlántico las aguas
residuales de la piscina de combustible gastado de una
planta nuclear en desmantelamiento (CN de Pilgrim en
Plymouth, EE UU). |
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