• El 31 de diciembre, justo unas horas
antes de las campanadas, la Comisión Europea circuló un
borrador de acto complementario de la taxonomía en el
que dejaba ver sus planes de etiquetar al gas y a la
energía nuclear como inversiones "sostenibles". Desde
entonces, no son pocas las voces que han alertado sobre
la pérdida de credibilidad que sufriría la taxonomía
europea si, en contradicción con lo que determina la
ciencia, se catalogan como actividades económicas
sostenibles al gas y a la energía nuclear.
La taxonomía es una herramienta para informar a los
inversores y consumidores sobre la sostenibilidad de las
inversiones, y su trascendencia va más allá de ser una
mera clasificación, pues se trata de la base sobre la
que se estructura todo un entramado de legislación y
estándares que afectan el financiamiento a gran y
pequeña escala.
Por: Lennys Rivera, programa de clima y energía
de WWF España
UN PREOCUPANTE CAMBIO DE ENFOQUE: DE LA CONSULTA
PÚBLICA A LA PUERTA CERRADA
La Comisión ha presentado esta propuesta de segunda
lista de taxonomía sin llevar a cabo una consulta
pública, a pesar de haberlo hecho tres veces en el caso
de la primera lista cuando se trataba de las energías
renovables. Una herramienta tan importante no puede
basarse en un documento escrito a puerta cerrada y
publicado en Nochevieja.
Tampoco los miembros de la Plataforma de la UE sobre
Finanzas Sostenibles vieron el borrador antes del 31 de
diciembre, e inicialmente tenían solo hasta el 12 de
enero para presentar comentarios, plazo extendido
posteriormente hasta el 21 de enero.
- El greenwashing supondría riesgos para los
consumidores, las instituciones financieras y el
liderazgo europeo en las finanzas sostenibles
- Desde WWF hemos identificado 10 formas en que la
Comisión está haciendo greenwashing del gas y de la
energía nuclear en la taxonomía europea.
La inclusión del gas para la generación de electricidad
comprometería el objetivo aún no suficientemente
ambicioso de la UE de reducir las emisiones en un 55%
para 2030. También iría en contra del escenario de cero
emisiones netas 2050 de la Agencia Internacional de
Energía (AIE), basado en un escenario de 1,5 grados, que
ha señalado que no queda presupuesto de carbono para
nuevas inversiones en gas, y que las centrales
eléctricas de gas tendrán que cerrarse en 2035 en la
OCDE y en 2040 en el resto del mundo. Por ello, debería
ir preparándose su transición justa, en vez de
incentivar nuevas inversiones que podrían terminar por
generar activos varados.
De igual manera sería un paso atrás en comparación con
la práctica actual del mercado mundial de los bonos
verdes, que excluye al gas y a la nuclear. Y, además,
una contradicción con la misma emisión de bonos verdes
de la UE, pues según lo señalado por la Comisión, la
emisión de bonos verdes para el paquete de recuperación
no incluiría ni nucleares ni combustibles fósiles.
También contradice las políticas del Banco Europeo de
Inversiones (BEI) que no apoya la energía nuclear y ha
descartado al gas natural en su política de préstamos.
Afectaría también al liderazgo de la UE en finanzas
sostenibles, pues la taxonomía europea quedaría por
detrás de la taxonomía de China, que excluye el gas
natural de la electricidad, y de la de Corea del Sur,
que excluye a la energía nuclear. También socavaría los
compromisos recientemente asumidos en el marco de la
Cumbre del Clima (COP26): el Pacto Global contra el
Metano liderado por la UE y Estados Unidos; el
Compromiso de eliminar gradualmente el apoyo
internacional a los combustibles fósiles para 2022
respaldado por 12 Estados miembros de la UE; y el apoyo
de seis Estados miembros de la UE a la “Alianza más allá
del petróleo y el gas”, y su compromiso de eliminar
gradualmente el gas.
Además, podría generar inseguridad jurídica porque, de
ser aprobada infringiendo principios y criterios del
Reglamento de la taxonomía, podría ser impugnada en los
tribunales, como ha anunciado Austria en el caso de la
energía nuclear. Y también generaría confusión, pues
sería difícil que los inversores, con un compromiso
serio con la sostenibilidad y con políticas basadas en
el análisis del riesgo climático y medioambiental,
modifiquen repentinamente sus estrategias de inversión,
solo para cumplir con una taxonomía bajo
cuestionamiento.
Por si fuera poco, se suma el impacto que podría
causar en términos de riesgo sistémico del cambio
climático en la economía y las finanzas.
El cambio climático representa un riesgo material para
el sector financiero. Este riesgo es físico, es decir,
vinculado a la mayor intensidad y frecuencia de eventos
climáticos extremos, y también es un riesgo de
transición que implica la pérdida de valor en el tiempo
de los activos más expuestos a sectores que generan más
cambio climático, como el de los combustibles fósiles.
Cuanto más laxos son los compromisos políticos, la
legislación y los estándares de finanzas sostenibles que
inciden en el riesgo de transición, más aumenta el
riesgo físico, y también más se aleja la posibilidad de
alcanzar los objetivos climáticos.
Etiquetar la energía nuclear y el gas natural como
inversiones “verdes” es como hacerse trampas al
solitario. Se está echando el balón hacia adelante,
aplazando para después las medidas de lucha contra el
cambio climático que se deben tomar ahora, contribuyendo
a crear un mayor riesgo sistémico para la economía y las
finanzas. Denominar algo de forma artificial como
“sostenible” para conservar el business as usual es “pan
para hoy, y hambre para mañana”, ya que compromete
nuestro presente y el futuro de las próximas
generaciones.
De acuerdo al reciente Informe Riesgos Globales 2022 del
Foro Económico Mundial, el fracaso de las acciones
climáticas, el clima extremo y la pérdida de
biodiversidad son los principales riesgos que enfrenta
la humanidad en la próxima década. El informe señala que
la inacción en materia de clima podría provocar a
mediados de siglo pérdidas entre el 4% y el 18% del PIB
mundial, con repercusiones diferentes según las
regiones. Adicionalmente considera que décadas de
inacción y de aplicación vacilante de las medidas de
transición están conduciendo a una transición
desordenada.
En un intento por manipular el riesgo de transición
podríamos estar olvidando el riesgo físico del cambio
climático, fundamental para entender la urgencia de
tomar las decisiones correctas ahora. Destinar recursos
económicos a la nuclear y al gas distrae de lo que
realmente hay que hacer para acelerar la transición:
impulsar la eficiencia energética y las energías
renovables.
ACTUAR CON RESPONSABILIDAD Y PLANIFICAR UNA
TRANSICIÓN JUSTA Y SOSTENIBLE
Entonces estamos ante dos escenarios, dos caminos,
incluir la energía nuclear y el gas en la taxonomía de
finanzas sostenibles y mantener el statu quo o actuar
con decisión y responsabilidad llamando las cosas por su
nombre, y actuando en consecuencia, planificando una
transición justa y sostenible que permita disminuir el
riesgo físico del cambio climático.
Un parche no es la mejor solución. Es el momento de
emprender el tejido necesario para librarnos de las
peores amenazas del cambio climático, de la
contaminación, y de residuos radiactivos. Y, en su
lugar, generar contribuciones positivas para un planeta
más saludable, respondiendo a las expectativas de los
consumidores e inversores sobre una taxonomía de la UE
verdaderamente sostenible.
Las intensas presiones de algunos Estados miembros, así
como de grupos industriales, están desmantelando los
criterios basados en la ciencia de la taxonomía. Algunos
países como España ya se han pronunciado en contra de
esta propuesta y pedimos al Consejo Europeo y al
Parlamento en su conjunto que se opongan a este acto
delegado de la taxonomía.
Por más que no quieras mirar arriba (a propósito de
la ya conocida película), o quieras tapar el sol con un
dedo, la realidad termina cayendo por su propio peso. |
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