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Imagen del periodista Ferrán Barber, en un descanso en el camino, minutos antes de ser brutalmente retenido por las fuerzas de seguridad del Kurdistan iraquí
Foto: RSF/2019

Fuente: Reporteros sin Fronteras
Valencia 08
de septiembre de 2019

RSF DENUNCIA LA RETENCIÓN ILEGAL DE FERRÁN BARBER EN LA CÁRCEL DE ERBIL Y LOS MALOS TRATOS QUE HAN MARCADO SUS CUATRO SEMANAS DE CAUTIVERIO

 

• El periodista fue arrestado brutal y arbitrariamente por las fuerzas de seguridad del Kurdistán iraquí, el 8 de agosto, y fue liberado el 4 de septiembre.
• Reporteros Sin Fronteras, que ha seguido todo el proceso, manifiesta su indignación por la violación de derechos humanos que ha sufrido y presenciado Barber, hacinado hasta con 160 personas, en una celda de 50 metros cuadrados.

“Aún sigo en zona de peligro, debilitado físicamente y muy aturdido psicológicamente, pero quiero compartir mi testimonio, porque se lo prometí a todos los que se han quedado sufriendo en ese agujero. Dedicaré el tiempo y los esfuerzos necesarios, en cuanto regrese a España, a que no queden impunes las brutalidades que he presenciado y a divulgar todas las pesquisas que he hecho sobre las actividades de esta dictadura”, explica Ferran Barber a Reporteros Sin Fronteras, apenas 48 horas después de su liberación, tras casi un mes de pesadilla, retenido en la cárcel de Erbil (Irak) por los Asayish, las fuerzas de seguridad del Gobierno del Kurdistán Iraquí. Barber ha perdido cerca de 12 kilos en cuatro semanas.

Curtido en 25 años de trabajo en una zona que conoce al dedillo, desde la que colabora asiduamente con medios como “Crónica” de El Mundo o Público, Ferran Barber no duda en calificar su retención como “secuestro” y la cárcel en la que fue confinado como “centro de torturas”. No es para menos: pasó casi un mes hasta con 160 personas detenidas, como él, de forma arbitraria y sin garantía legal alguna, en una celda de 50 metros cuadrados útiles. “Ese hacinamiento, que impide moverse o respirar con normalidad, y que se practica en otras cárceles iraquíes, es en sí mismo una forma de tortura. En vísperas de mi liberación, los presos protagonizaron un conato de motín”, afirma.

A mediados del pasado mes de julio, Ferran Barber viajó de Barcelona al Kurdistán iraquí, contratado por una productora alemana para entrevistar a milicianos germanos que combaten al Daesh. “Cuando terminamos, íbamos a viajar todo el equipo a Rojava -el Kurdistán sirio-, pero opté por demorarme unos días en la zona en la que estábamos y acercarme al valle de Nahla, donde se concentran los descendientes de los últimos cristianos asirios que sobrevivieron al genocidio otomano, y donde tengo vínculos de amistad, después de tantos años monitorizando el área”, explica.

Esa zona en la que Barber pasó unos días, a principios de agosto, queda fuera del área de control del KRG -el Gobierno Regional del Kurdistán Iraquí, en manos de la familia Barzani desde hace largos años- y se encuentra ocupada por el PKK. “Cuando llevaba varios días allí, me surgió la posibilidad de hacer algunas entrevistas a yihadistas españoles en Rojava y salí del valle de Nahla a pie, por la pista que conecta la zona a la carretera, con la esperanza de hallar algún vehículo que me sacará de allí. Tras varias horas caminando muy cansado y habiendo dejado atrás el área de influencia del PKK, apareció un peshmerga (combatiente kurdo iraquí) en coche y se ofreció a llevarme. No hay duda de que me estaban esperando y de que fue una emboscada en toda regla, porque me condujo a un lugar en medio de la nada y, al poco tiempo, apareció un grupo armado de Asayish, las fuerzas de seguridad, que literalmente me secuestró y llevó a la comisaría más cercana”, relata Barber a RSF.

“Una vez allí, se produjo una pantomima de interrogatorio. Ellos hablaban en kurdo y yo respondía en inglés. Me dieron un papel escrito en árabe, que me obligaron a firmar agarrándome la mano derecha e imprimiendo la huella de mi pulgar. No sé todavía qué se supone que declaré en esa comisaría. Me encerraron en un calabozo y, al día siguiente, me condujeron esposado, con otro detenido, hacia un lugar conocido como el centro de detención de Erbil, que ha sido transformado, más que en una prisión, en un centro de tortura donde se reprime a la oposición política al régimen, entre otros”, prosigue el periodista.

“Nosotros somos el Gobierno y tus amigos son unos terroristas”, le dijeron los agentes de seguridad a Ferran Barber, aludiendo probablemente al PKK. “Llegaron incluso a insinuar que yo había acudido al área para unirme a la guerrilla, pese a que fui interceptado cuando abandonaba la zona. Fui juzgado in situ por la policía y condenado sin derecho a un abogado o cualquier otra garantía legal”, añade.

“Al llegar a la cárcel de Erbil todo era como un déjà vu, porque había contado esta historia otras veces para medios como El Confidencial o Público, con voluntarios internacionales como protagonistas”, explica. “Un verdadero centro de detención es un lugar donde uno pasa un periodo no superior a 72 horas antes de comparecer ante un juez, que determina si debes o no entrar en prisión preventiva. Ese lugar siniestro es, en realidad, un centro de tortura con 6 celdas de 60 metros cuadrados, de los cuales solo 50 son útiles, en las que llegan a hacinarse hasta cerca de un millar de personas. Es sólo la punta del iceberg del sistema represivo y carcelario del régimen de los Barzani”, explica Barber.

HACINAMIENTO Y PRIVACIÓN DEL SUEÑO

El periodista fue encerrado por la fuerza en la celda número 4, junto a 138 presos, el día 8 de agosto. Al final de su cautiverio, eran 160 reclusos en el mismo espacio. No se le dijo qué delitos se le imputaban, ni pudo contactar con un abogado, ni menos todavía con el exterior. “Empezó la pesadilla. No podíamos dormir, no había espacio para tumbarnos y de día nos golpeaban para no dormirnos. Nos poníamos de costado y apenas cabeceábamos 15 o 20 minutos diarios. Por trazar una analogía, es como si tuvieras que dormir con doce personas en una cama de matrimonio, o con otras dos personas, en el espacio de un ataúd. Nunca pensé que el ser humano pudiese aguantar esa privación del sueño. No había suficiente oxígeno, las temperaturas superaban los 50 grados algunos días y el sistema de renovación del aire era tan deficiente que uno vivía como en una especie de estado permanente de narcolepsia. El olor era nauseabundo y la comida, infame. Teníamos que ingerirla poniendo el peso de nuestro cuerpo sobre un pie y luego sobre, otro, para poder caber. Yo estaba en un estado constante de aturdimiento, muy debilitado físicamente”, relata Ferran Barber.

No había asistencia médica, las condiciones de salud e higiene eran inexistentes y el estado físico y psicológico de los detenidos, deplorable. “He visto abscesos, infecciones cutáneas, gente orinando sangre, menores y ancianos en un estado calamitoso, personas golpeándose la cabeza contra los barrotes por desesperación. He visto a guardianes comportándose como sociópatas, esposando a presos a los barrotes y golpeándolos porque pedían algún remedio en la enfermería. He recabado testimonios de gente que confirman que en esa cárcel se han producido asesinatos de presos. Muchos de los reclusos acabaron allí por culpa de felonías y ni siquiera saben cuáles son los cargos que se les imputan, y menos aún, las penas que deben cumplir”, prosigue el periodista.

El hacinamiento extremo como medio de tortura en las cárceles iraquíes ha sido documentado recientemente por la CNN y bajo esta táctica no solo subyace el castigo contra los presos, muchos de ellos políticos. “Es obvio también que la cárcel es un negocio muy lucrativo. No he contrastado todavía los datos, pero si el Gobierno iraquí presupuesta entre 12 y 14 euros por día y preso en una cárcel como la de Erbil, las autoridades locales invierten uno o dos y se quedan con el resto”, aventura. “Con todo, lo peor es la incertidumbre de no saber cuándo vas a salir. Eso es lo que más desespera a la gente. Yo pensaba que nadie sabía que estaba allí y que lo mismo salía en una semana, que en un año o que tirarían la llave de mi celda. De hecho, me preparé psicológicamente para lo peor”, confiesa el periodista a RSF.

Afortunadamente, no era así. Compañeros de Ferran Barber dieron la voz de alarma sobre su desaparición. Karlos Zurutuza, también periodista freelance especializado en Oriente Medio, previno a la Embajada de España en Irak y ejerció de valioso enlace sobre el terreno con Reporteros Sin Fronteras. RSF, a su vez, ha mantenido contactos asiduos y directos tanto con representantes del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí, como con el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, para acelerar todo lo posible la liberación de Barber. La mediación del embajador español en Irak, Hansi Escobar, fue clave para la puesta en libertad del reportero, que se retrasó más de lo debido, según la Diplomacia española, por la fiesta del Cordero que se celebraba durante esos días. “Muchísimas gracias a todos los que habéis estado pendientes de mí, colaborando para mi liberación y celebrándola ahora conmigo”, comenta Barber a RSF.

“Nuestra preocupación iba creciendo a medida que pasaban los días, si bien los mensajes que nos llegaban sobre su próxima liberación nos hacían mantener la esperanza. Pero, lo que nunca hubiésemos imaginado es que Ferran estaba atravesando ese infierno. Conforme a las recomendaciones oficiales, hemos guardado silencio con la mejor de las intenciones, para garantizar su integridad y liberación, pero ahora es el momento de alzar la voz y relatarle al mundo estas atrocidades. Ferran cuenta con todo el apoyo de nuestra organización en su tarea de difundirlas”, asegura el presidente de RSF España, Alfonso Armada.

El miércoles 4 a mediodía, llegaron a España las mejores noticias desde Irak: Ferran Barber era liberado. Desde ese mismo instante, y pese a su debilitamiento, el periodista se ha puesto manos a la obra para darle sentido a su vivencia: “encerrar a un periodista en un lugar como aquel no es lo más inteligente. O te pegan un tiro en la nuca, o tiran las llaves o te liberan. Y si te liberan, vas a hacer lo único que sabes hacer: contar lo que has visto. He visto a opositores confinados como presos políticos, a árabes acusados de ser de Daesh solo por una coincidencia de apellidos, a niños acusados de consumo de drogas basándose en delaciones sin contrastar; he visto malos tratos, brutalidades, torturas; me consta que por allí han pasado otros periodistas occidentales que quiero localizar y que hay decenas de informadores locales encerrados. Yo he vivido esa pesadilla por ejercer el periodismo de forma independiente y ahora, en honor a todo el sufrimiento de quienes han quedado allí y con quienes he contraído el compromiso de hacerlo, voy a dedicar todos mis esfuerzos a difundirlo. 'Por favor, ¿contarás lo que has visto?', me insistían a diario. Es lo menos que puedo hacer por los hermanos que dejé atrás. Si algo rescato de esta experiencia es la humanidad de los presos y el modo que en nos apoyábamos”, concluye, ya libre, Ferran Barber.

 

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