• Bajo el lema “Hecho para tirar”,
activistas de la organización denuncian el impacto del
consumismo alentado por las empresas especialmente en
días como este.
• El Black Friday es un momento de sobreconsumo que
ejerce una elevada presión sobre los recursos naturales
del planeta y genera una gran cantidad de desechos.
• Gobiernos y empresas deben cambiar el modelo de
producción ya que el actual profundiza la crisis
climática y de pérdida de biodiversidad.
• Greenpeace pide que el MITECO vigile el cumplimiento
del artículo 18 de la nueva ley de residuos para evitar
la destrucción de productos no vendidos.
Coincidiendo con la celebración del Black Friday,
activistas de Greenpeace han “devuelto” al núcleo
comercial de Madrid cuatro grandes montañas de residuos
para denunciar el impacto del consumismo alentado por
las empresas. Bajo los lemas “Hecho para tirar”, “Sus
beneficios, tus desperdicios”, “Las marcas nos están
consumiendo” y “Black Friday destruye el planeta”, junto
a las montañas de ropa, tecnología, plásticos y cartones
de envíos, la organización denuncia la basura generada
por aquellas compras que la industria “obliga” a la
ciudadanía a hacer en momentos de sobreconsumo como el
Black Friday. En ellas también se muestran las
condiciones sociales y laborales que genera esta elevada
producción de residuos sin sentido.
“El Black Friday no va de quien necesita comprarse una
lavadora porque no llega a fin de mes. El Black Friday
es el ejemplo pernicioso de cómo las marcas nos incitan
y obligan a comprar un pantalón más, cuando ya tenemos
seis iguales en el armario. Es un día de excusa que han
creado las marcas para deshacerse de su elevada
producción”, ha declarado Celia Ojeda, responsable de
Biodiversidad de Greenpeace. “Esta sobreproducción de
existencias que las marcas no son capaces de vender en
el Black Friday o en otro momento consumista acaba en
vertederos, incineradoras o exportada a otros países”.
Con esta acción, Greenpeace pide que el Ministerio de
Transición Ecológica (MITECO) aplique estrictamente el
artículo 18 de la Ley de Residuos y Suelos Contaminados
para una Economía Circular (la conocida como “ley de
plásticos”), en el que se indica que: “Queda prohibida
la destrucción o su eliminación mediante depósito en
vertedero de excedentes no vendidos de productos no
perecederos tales como textiles, juguetes o aparatos
eléctricos, entre otros, salvo que dichos productos
deban destruirse conforme a otra normativa o por
protección del consumidor y seguridad. Dichos excedentes
se destinarán en primer lugar a canales de
reutilización, incluyendo su donación, y cuando esto no
sea posible, a la preparación para la reutilización o a
las siguientes opciones de la jerarquía de residuos,
respetando el orden establecido en el artículo 8”.
El Black Friday representa el pico del momento
consumista, que acaba reflejado en un alto coste
ambiental: un elevado uso y una preocupante
contaminación del agua, pérdida de biodiversidad y de
suelos, impacto negativo en la calidad del aire y en las
emisiones. Nuestro sistema económico funciona a una
velocidad tal que serían necesarios 1,8 planetas como la
Tierra para reponer los recursos naturales que nuestro
actual ritmo de consumo destruye. En el caso de España,
necesitaríamos dos planetas para sostener nuestro ritmo
de consumo. Este patrón, del que depende en gran medida
la economía actual, tiene graves consecuencias para
nuestra salud y la del planeta. Por ello, es necesario
invertir esta tendencia si queremos mantenernos en el
objetivo de evitar que la temperatura global se eleve
más de 1,5 ºC.
Greenpeace saca a la luz uno de los impactos ambientales
ocultos de este momento consumista, dónde acaban todas
aquellas mercancías que se producen y no se compran:
terminan tiradas en vertederos, a veces exportadas a
vertederos de terceros países o incineradas. Si, además,
estos productos contienen sustancias tóxicas, estas
acaban contaminando el suelo, los acuíferos y el aire.
Por ejemplo, en el caso de los textiles en España, se
estima que cada año en torno a 990.000 toneladas de
productos textiles van a parar a los vertederos. Por el
contrario, las tasas de reciclaje textil siguen siendo
muy bajas: solo entre el 10 % y el 12 % de los residuos
textiles post-consumo se recoge por separado para su
reutilización y/o reciclado, y menos del 1 % de la
producción total se recicla en ciclo cerrado, es decir,
con el mismo uso o similar.
En el caso de la tecnología, España es uno de los países
que más basura electrónica genera, con 888.000 toneladas
métricas en 2019 y más de 960.000 toneladas métricas en
2020. La acumulación de basura eléctrica y electrónica
puede alcanzar los 74,7 Mt (millones de toneladas) en
2030 en todo el mundo. Esto supone que, si no se
realizan acciones para parar esta tendencia, los datos
prácticamente se doblarán en un periodo de 16 años
(2030). La gestión inadecuada de los residuos
electrónicos agrava el calentamiento global, ya que, si
estos no se reciclan, no pueden sustituir materias
primas ni reducir los gases de efecto invernadero que se
producen de su extracción.
En todo el mundo, menos del 1 % de las prendas se
reciclan y convierten en ropa nueva. Los productos no
vendidos o devueltos se destruyen de forma rutinaria. Se
calcula que los productos destruidos en Europa en 2020
colocados uno tras otro darían la vuelta al mundo 1,5
veces. Por tanto, cuando llega el final del ciclo de la
moda y se tiran prendas que contienen sustancias
químicas peligrosas es inevitable que contaminen, que
acaben en el camión de residuos textiles que se lleva a
incinerar o se envía al vertedero cada segundo. El daño
ambiental se multiplica si, además, esas prendas tienen
compuestos tóxicos como demuestra el reciente informe
sobre la marca Shein.
“Dada la crisis planetaria del clima y de la
biodiversidad, además de la recientemente añadida crisis
de las sustancias químicas, es obvio que no podemos
permitirnos seguir con este sistema loco y destructivo.
Debemos exigir un cumplimiento de la legislación y que
las empresas cambien su modelo limitando su producción,
diseñando productos de más calidad y durabilidad,
evitando la obsolescencia programada y evitando el
sobreembalaje de elementos de un solo uso. Es necesario
potenciar una verdadera economía circular que se base en
la reparación y la reutilización, y no en celebrar el
consumismo”, ha declarado Ojeda. |
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