• Algunas declaraciones de responsables
políticos están alejando la atención y dificultan el
consenso a la hora de abordar el problema de los
incendios.
• Greenpeace pide a la clase política evitar:
declaraciones especulativas o sin datos; lugares
comunes; buscar chivos expiatorios o lanzar cortinas de
humo.
• Es importante que los políticos se formen en la
complejidad del problema de los incendios forestales en
el ámbito mediterráneo y escuchen la voz de los expertos
en la lucha contra el fuego.
A RAÍZ DE LAS DECLARACIONES DE LAS ÚLTIMAS HORAS,
GREENPEACE HA ANALIZADO Y ACLARADO LOS CUATRO GRANDES
ERRORES EN EL DEBATE ACTUAL
Greenpeace demanda a los responsables políticos del
Gobierno central, Comunidades Autónomas y ayuntamientos
altura de miras a la hora de analizar, diagnosticar y
valorar la actual crisis de emergencia provocada por el
alto número de grandes incendios forestales en un
contexto de sequedad y calor extremo, lo que está
provocando una enorme dificultad para su extinción.
“Como ya ocurriera en anteriores situaciones de
emergencia provocadas por el alto número de incendios
forestales y superficie quemada (como las de los años
2006, 2012 o 2017) es desalentador escuchar
declaraciones de algunos responsables políticos que,
lejos de asumir los cambios necesarios para abordar el
nuevo escenario de riesgo, vuelven sobre los mismos
mantras caducos, buscan chivos expiatorios o echan
balones fuera para evitar asumir los errores o la falta
de previsión”, ha declarado Miguel Ángel Soto, portavoz
de la campaña de Bosques de Greenpeace España.
“Mucho nos tememos que estos falsos argumentos y
cortinas de humo van a utilizarse para cuestionar el
papel del cambio climático en el cóctel que hace más
virulentos los incendios. En estos días nos encontramos
con que algunos grupos políticos y ex presidentas de
comunidades autónomas siguen banalizando los extremos
climáticos intentando construir un relato sobre el
problema con argumentos faltos de base científica y
sentido común”, ha añadido Soto.
A raíz de las declaraciones de las últimas horas, y como
suele ocurrir de manera recurrente cada vez que la
sociedad española sufre este tipo de emergencias
sociales y ambientales, Greenpeace considera importante
aclarar algunos argumentos:
1. LOS ECOLOGISTAS PONEN TRABAS
Y TAMBIÉN TIENEN LA CULPA
Tras los terribles incendios en la provincia de Zamora,
el consejero de Medio Ambiente de Castilla y León, Juan
Carlos Suárez Quiñones, ha utilizado una cortina de humo
habitual que consiste en buscar un chivo expiatorio.
Así, en una entrevista a la cadena SER de Castilla y
León culpó a los ecologistas y “sus nuevas modas” de
contribuir al problema de los incendios en la región,
citando un supuesto caso de críticas a una actuación en
la ribera de un río.
Echando balones fuera sobre su responsabilidad en el
operativo y sus carencias, el consejero no ha ofrecido
ninguna evidencia sobre tal afirmación. Greenpeace y la
mayor parte del movimiento ecologista entiende la
necesaria gestión forestal de gran parte de nuestros
ecosistemas forestales. Pero más allá de la falsedad del
argumento, es un tremendo error referirse a las
políticas ambientales o de protección de los recursos
naturales como “nuevas modas”, como si la mayor
conciencia social y los avances legislativos en la
protección del agua, el suelo, el paisaje, la
biodiversidad y los ecosistemas no fuera un acuerdo
social producto del desarrollo del Artículo 45 de la
Constitución Española (1).
Es el actual consejero el responsable de las políticas,
de la legislación en vigor, de las decisiones de
contratar al operativo de extinción y de tratar
dignamente a los trabajadores y trabajadoras del
operativo. Intentar tapar sus errores y falta de
previsión lanzando acusaciones infundadas es una flaca
contribución a la solución del problema.
2. HAY QUE AUMENTAR LAS PENAS
POR DELITO DE INCENDIO FORESTAL
También a raíz de la emergencia surgida en Galicia tras
la propagación de muchos incendios en los últimos días,
ha resurgido la teoría de la trama organizada a raíz de
unas declaraciones del ex presidente de la Xunta de
Galicia Alberto Núñez Feijóo.
Si bien se puede enfatizar el problema de la alta
intencionalidad, que Greenpeace cocincide que hay que
investigar, enjuiciar y condenar, la reforma del código
penal de 1998 incluyó el tipo penal delito de incendio
forestal, con penas de hasta 20 años de cárcel, penas
que nunca se han llegado a imponer en los juicios a los
responsables de incendio forestal. Aunque la respuesta
penal no es “la” solución al problema del uso del fuego,
sino una herramienta más entre el cóctel de soluciones
para evitar las causas de los incendios.
Ante la emergencia que vivimos es un error mayúsculo
pedir el incremento de las penas. El código penal nunca
es la solución, y más en el complejo entramado de
razones que llevan a muchas personas y comunidades a
hacer uso del fuego en el medio natural.
Y no, detrás del fuego en Galicia no hay “terrorismo
forestal” ni tramas organizadas, como ya demostró la
Guardia Civil tras la oleada incendiaria de 2006, algo
que ratifico el entonces fiscal Coordinador de Medio
Ambiente Alvaro García Ortíz (y hoy fiscal General del
Estado) y como documentó Greenpeace España tras un
exhaustivo análisis de la hemeroteca desde los años 80
del pasado siglo (2). La intencionalidad de buena parte
de los incendios en España es obvia, especialmente en
Galicia, pero no hay ninguna prueba que permita afirmar
que detrás de la gran mayoría de los incendios hay una
mano negra.
3. LOS INCENDIOS SE APAGAN EN
INVIERNO
Esta expresión utilizada en debates, tertulias y
declaraciones sirve para ilustrar que no se puede poner
la mayor parte del esfuerzo presupuestario en la
extinción de incendios, sino que hay que abundar en
políticas de prevención de incendios no estacionales y
la necesidad de tener profesionales trabajando durante
todo el año en los montes.
Pero, literalmente, los incendios se apagan cuando se
producen, es decir, durante todo el año. Cada vez más,
los incendios forestales se producen no solo en verano
sino que hay incendios en otoño, invierno y primavera;
en invierno y primavera en la montaña cantábrica y zona
noroeste, aunque no son tan mediáticos.
Como los que están teniendo lugar desde finales de
junio, los incendios de verano, y en especial en el
mundo mediterráneo, se producen en condiciones
ambientales y meteorológicas adversas y suelen derivar
en grandes incendios forestales que producen una gran
alarma social e interés mediático.
Pero para hablar de ausencia o falta de prevención,
sería más apropiado decir que la falta de gestión del
monte español es un problema estructural que se ha
producido tras el abandono del medio rural desde la
mitad del siglo XX hasta hoy. No es un problema del
último invierno, de los inviernos de la anterior
legislatura o de tal o cual gobierno. El abandono rural
y el crecimiento de la superficie forestal en España han
sido procesos paralelos que arrancan en los años 50 del
siglo XX y han configurado un paisaje abandonado y
altamente inflamable. Si alguien tiene la culpa, hay que
hablar de un problema colectivo como país.
Este problema estructural ha provocado que los expertos
en extinción reclamen que no les envíen más medios para
la extinción, sino que reclaman que se trabaje en
construir, mediante la gestión forestal, otros tipos de
paisaje menos proclives a los grandes incendios (3).
4. LOS MONTES ESTÁN SUCIOS
Se ha popularizado mucho esta expresión y es común
escucharla entre tertulianos y personas no bien
informadas. Pero es importante recordar que los bosques
no son parques ni jardines y, por lo tanto, no “están
sucios”. Una parte de nuestros ecosistemas forestales
están dominados por los árboles, pero son ecosistemas
complejos donde también habitan especies herbáceas,
matorral, arbustos, árboles muertos en pié y ramas y
troncos caídos en el suelo. Cuanta mayor es esta
diversidad biológica y estructural, más biodiversidad
alberga, mejor es el estado de conservación y mayor es
su resiliencia. En algunos casos, estas masas forestales
son más resistentes a las plagas y a los incendios, por
lo que su complejidad debería mantenerse.
Pero mientras que algunos bosques y espacios protegidos
deben ser gestionados para mantener esta complejidad y
diversidad, gran parte de nuestro paisaje forestal es
producto de muchas intervenciones humanas, cuando no del
abandono durante décadas. El resultado son masas
forestales poco naturales, muy alejadas de la madurez y
muy vulnerables ante plagas e incendios.
Por eso, y ante el riesgo de grandes incendios
forestales, es importante establecer estrategias de
reducción de la densidad del arbolado, el matorral o el
pasto en determinados lugares para evitar el exceso y la
continuidad del combustible, de esta manera el fuego
encuentra barreras naturales y no puede progresar por la
falta de combustible. Por eso, cuando se habla de
“limpieza”, lo propio sería hablar de gestión forestal y
medidas de ordenación de los espacios forestales que
buscan romper esa continuidad del combustible, como
franjas de seguridad en urbanizaciones y espacios
habitados, de cortafuegos, iniciativas para fomento de
ganadería extensiva y pastoreo para reducir la carga de
combustible, del aprovechamiento de la biomasa con fines
energéticos, de la posibilidad de realizar quemas
prescritas (controladas) que imiten los incendios de
baja intensidad, etc. |
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