• Ser la huerta de Europa nos acabará
condenando, en no demasiado tiempo, a ser el país más
desertificado de Europa.
• Más de la mitad de las demarcaciones españolas se
encuentran con niveles de agua embalsada por debajo del
50%.
• Los planes de sequía no serán suficientes si no se
reduce el estrés hídrico estructural con suficiente
planificación.
• Greenpeace y el Observatorio Ciudadano de la Sequía
asisten mañana, en Madrid, como invitados al evento
mundial de la ONU contra la Desertificación y la Sequía.
Mañana se celebra el Día Mundial contra la
Desertificación y la Sequía, aunque no haya motivos de
celebración. Según el último informe sobre sequía de la
ONU “DROUGHT IN NUMBERS 2022 – restoration for readiness
and resilience, presentado este pasado mes de mayo, las
cifras no pueden ser más alarmantes. Las zonas secas (drylands)
cubren el 37,2% de la superficie del planeta y 3.000
millones de personas están directamente afectadas por la
degradación de los recursos de los que viven. Para 2030,
unos 700 millones de personas estarán en riesgo de
desplazamiento por causas relacionadas a las sequías y
en 2050 las sequías pueden afectar a más de 3/4 partes
de la población mundial.
DESERTIFICACIÓN Y SEQUÍA EN ESPAÑA
En España, la sequía es un fenómeno natural y recurrente
que forma parte de la normalidad climática de nuestro
país. El Global to Regional Atlas del sexto informe del
IPCC (2022), sitúa a España como uno de los países con
mayor riesgo de sequía al confluir un alto nivel de
peligrosidad (ocurrencia, frecuencia e intensidad de
sequías), exposición (personas, elementos, ecosistemas y
actividades económicas que podrían verse afectadas) y
vulnerabilidad (predisposición de los elementos
expuestos a verse afectados negativamente).
Según la AEMET, solo teniendo en cuenta los últimos
cinco años, dos de ellos -2017 (muy seco) y 2020 (seco)-
ya han registrado precipitaciones por debajo de la
media. A día de hoy, la mitad de las demarcaciones
españolas presentan una reserva de agua en los embalses
por debajo del 50%, con situaciones preocupantes en el
Tajo (48%), Segura (44%), y especialmente en el
Guadalquivir (37%), Guadalete- Barbate (34%) y Guadiana
(30%). Para la misma serie temporal, todos los años han
registrado una anomalía térmica de entre 0,4 y 1,1 °C
por encima de la media de los años 1980-2010. Y las
previsiones de futuro no son nada optimistas, pues los
diferentes modelos climáticos auguran un aumento de
entre 2 y 6,4° C y un descenso promedio de los recursos
hídricos disponibles de entre un 10 y un 25% para el
horizonte 2070-2100.
El Gobierno acaba de presentar una nueva Estrategia
Nacional de Lucha contra la Desertificación en España,
que actualiza los datos existentes y sitúa a nuestro
país ante un escenario preocupante de pérdida de suelo.
El documento recoge cómo un 74% del territorio español
se encuentra en riesgo de desertificación, con Andalucía
y Cataluña a la cabeza en cuanto a “procesos erosivos de
gran calado”.
La desertificación se produce por las actividades
humanas y se agrava con el cambio climático -también de
origen humano-, por lo que está en manos de la clase
política revertir la situación. Sin embargo, para Julio
Barea, responsable de la campaña #SalvarElAgua de
Greenpeace: “El Gobierno conoce el problema pero las
buenas palabras quedan en nada si no se toman medidas
políticas urgentes en un país donde el agua es escasa,
contaminada y mal gestionada, con una clara falta de
recursos para la gestión de nuestras masas forestales.
Ser la huerta de Europa nos acabará condenando, en no
demasiado tiempo, a ser el país más desertificado de
Europa. Todos los planes hidrológicos de cuenca y los
autonómicos estimulan el aumento en la superficie de
regadío, hasta el punto de animar a usar una cantidad de
agua con la que no contamos y que, además, cada vez será
más escasa”.
La adaptación a medio y largo plazo pasa por el
desarrollo de estrategias de reducción de la exposición
y la vulnerabilidad. En este sentido, se han realizado
importantes avances en España con la redacción de planes
especiales de sequía a escala de demarcación
hidrográfica, aunque todavía hay importantes
incumplimientos sobre la obligación establecida por el
artículo 27 del Plan Hidrológico Nacional (2001) de
elaborar planes de sequía para abastecimientos urbanos
de más de 20.000 habitantes. La utilidad de estas
herramientas se ve limitada por el estado de presión de
los recursos hídricos y el elevado nivel de estrés
hídrico que sufren de forma estructural muchas de las
demarcaciones españolas y que deben ser corregidas
mediante la planificación hidrológica ordinaria.
Como afirma Jesús Vargas, del Observatorio Ciudadano de
la Sequía, “en un contexto de disminución de recursos
hídricos disponibles y de aumento generalizado de
temperaturas, en el que el 70% de las demarcaciones
hidrográficas españolas presentan niveles de estrés
hídrico alto o severo y más de la mitad de las masas de
agua subterránea se encuentran en mal estado, la única
vía de adaptación real a medio y largo plazo pasa por
una transformación en el modelo de gestión del agua, que
sea capaz de reducir la presión sobre los recursos
hídricos y esto, inevitablemente, exige una reflexión
profunda del modelo del sector agrario”.
DESERTIFICACIÓN Y SEQUÍA EN EL MUNDO
El cambio climático ha llevado a un mayor riesgo de
sequía, por el aumento en las temperaturas en todo el
mundo, y está contribuyendo al aumento de crisis
humanitarias en aquellos lugares donde los peligros
naturales interactúan con elevados niveles de
vulnerabilidad, lo que afecta de manera especial a
mujeres y niños (IPCC, 2021). Según el informe Drought
in numbers 2022. Restoration for readiness and
resilience, a nivel global, la sequía afecta a 55
millones de personas en todo el mundo cada año. Entre
1970 y 2019, ha provocado alrededor de 650.000 muertes
humanas y ha causado unas pérdidas económicas de más de
124.000 millones de dólares en todo el mundo entre 1998
y 2017. Además, el último informe del IPCC (2021)
confirma que el impacto de las sequías ha aumentado en
todo el mundo y especialmente en las regiones del sur
mediterráneo y prevé -con un alto nivel de confianza-
que se produzcan de forma simultánea olas de calor,
sequías e incendios forestales de manera más frecuente.
Solo en Europa, durante el siglo pasado, se produjeron
45 episodios de sequía severa, afectando a millones de
personas y causando enormes pérdidas económicas.
Actualmente, el 15% de la superficie terrestre y el 17 %
de la población de la Unión Europea se ve afectada por
la sequía.
MADRID, SEDE DE LA REUNIÓN DE LA ONU CONTRA LA
DESERTIFICACIÓN Y LA SEQUÍA
La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la
Desertificación nombraba este año a Madrid como sede
mundial para la celebración del 17 de junio. Un evento
que se celebrará mañana en el museo Reina Sofía y que
estará centrado en la urgencia de adoptar políticas y
medidas a escala local, regional y global para evitar
los peores efectos de la desertificación.
El encuentro, cuyo lema es “Superando juntos las
sequías”, contará con la participación, entre otros, de
António Guterres, secretario general de Naciones Unidas;
el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la
vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y
el Reto Demográfico, Teresa Ribera; el secretario
ejecutivo de la UNCCD, Ibrahim Thiaw; el comisario
europeo de Medio Ambiente, Océanos y Pesca, Virginijus
Sinkevicius; el presidente de la COP15 de
Desertificación y ex ministro de bosques y agua de Costa
de Marfil, Alain-Richard Donhawi y la activista
climática y fundadora de la iniciativa PaTree, Patricia
Kombo.
Una jornada, a la que están invitados Greenpeace y el
Observatorio Ciudadano de la Sequía, y que servirá para
hablar del problema del agua, aunque ambas entidades
esperan que “más que hablar, los líderes mundiales se
decidan a actuar con urgencia”.
DEMANDAS:
- Greenpeace y el Observatorio Ciudadano de la Sequía
proponen una serie de demandas a las administraciones
responsables de la gestión del agua para proteger y
garantizar el acceso equitativo y de calidad al agua a
todas las personas y ecosistemas de nuestro país:
- Superar la política hidráulica tradicional, centrada
en la ejecución de grandes obras, y abordar una
verdadera transición hidrológica justa que responda al
actual contexto de cambio climático.
- Luchar contra el grave estado de sobreexplotación y
contaminación que sufren nuestras aguas y prestar
especial atención a las aguas subterráneas, al ser
reservas estratégicas y aún muy desconocidas.
- Reducir nuestra vulnerabilidad al riesgo de sequía,
aminorando la cantidad total de agua consumida,
fundamentalmente por el regadío al ser éste el mayor
consumidor (80% del total).
- Incluir a la ciudadanía en la gestión del recurso agua
y de los riesgos hídricos, a través de procesos
participativos reales y ejercicios deliberativos.
- Cumplir con la obligación de elaborar y poner en
marcha planes especiales de sequía para abastecimientos
urbanos de más de 20.000 habitantes
- Implantar regímenes de caudales ecológicos
científicamente establecidos.
- Cerrar el más de un millón de pozos ilegales
repartidos por toda la geografía española.
- Orientar las políticas agrícolas y ganaderas hacia la
sostenibilidad y la reducción del consumo de agua.
- Prohibir nuevos proyectos de ganadería industrial y la
ampliación de los existentes y apoyar la producción
extensiva, local, de calidad y ecológica.
- Establecer una hoja de ruta para potenciar la
agricultura ecológica y reducir la cabaña ganadera en
intensivo en un 50% para 2030.
- Adaptar las políticas forestales a las necesidades del
país más árido de Europa.
- Aumentar el presupuesto destinado a la gestión
forestal —que debe centrarse en la planificación y
protección de los recursos hídricos— para avanzar en la
adaptación de los bosques mediterráneos al cambio
climático y, por tanto, en la protección de suelo y agua
(gestión ecohidrológica). |
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