• Con motivo de la celebración del 8M,
Ecologistas en Acción pone de manifiesto que la crisis
sanitaria provocada por el coronavirus ha agudizado y
acelerado la crisis ecológica, económica, social y de
género que la precedían.
• La organización ecologista propone diez medidas
ecofeministas para construir la nueva normalidad
encaminada a la sostenibilidad ambiental, justicia
social y equidad de género.
• Asimismo, desde el ecofeminismo se aprovecha esta
fecha para visibilizar y reconocer la labor de
colectivos como las jornaleras en lucha, las mujeres de
la PAH, Ganaderas en Red, los colectivos de empleo de
hogar o las defensoras del territorio contra los
proyectos extractivistas.
La pandemia de la COVID-19 ha mostrado las costuras de
un sistema sostenido en relaciones desiguales, de
expolio y violencia, y ha agudizado y acelerado las
múltiples crisis estructurales que existían previamente:
ecológica, económica, social y de género. Nos
encontramos ante un prólogo civilizatorio, un
acontecimiento que incide en todos los ámbitos de la
vida y lo cambia todo. Esta coyuntura nos ha mostrado la
rapidez con la que la sociedad puede transformarse y qué
actividades y trabajos han sido y son esenciales para
sostener la vida.
La respuesta a la emergencia sanitaria solo afronta los
síntomas, pero no las raíces, las que son la fuente
causal de la misma, provocados por la acelerada
desaparición y degradación de los ecosistemas debido a
la acción humana, el mal uso de las energías fósiles, la
hipermovilidad, la ganadería industrial, las industrias
extractivas, la deforestación y la destrucción de la
biodiversidad. De la misma manera que nuestro modelo de
desarrollo se apropia de la naturaleza, también se
apropia del trabajo y los cuerpos de las mujeres,
especialmente de aquellas que viven en territorios del
Sur global. La desigualdad de género, el sexismo, el
racismo, la LGTBfobia y otras formas de dominación, han
condicionado el devenir de la pandemia para miles de
personas.
Todos estos factores nos han llevado a adoptar un modelo
de habitar el planeta incompatible con la vida, que solo
atiende al beneficio a corto plazo y al crecimiento
ilimitado, en un planeta con recursos finitos. Un modelo
que funciona gracias a los trabajos de cuidados y
mantenimiento de la vida -realizados principalmente por
mujeres- que se realizan en condiciones de explotación y
precariedad.
La desconexión entre el neoliberalismo global y las
bases materiales que permiten la vida ignora nuestra
dependencia como especie -tanto de la naturaleza como de
otras personas que cuidan de nuestros cuerpos
vulnerables- así como las profundas desigualdades que
nuestro modelo de desarrollo genera.
Aunque durante la pandemia la presión sobre los
ecosistemas ha disminuido drásticamente, mejorando
algunos indicadores ambientales, la actividad
extractivista en otros lugares no solo se ha
consolidado, sino que se ha visto aumentada. También se
han agudizado las diferencias sociales y la exclusión de
muchas personas, la mayoría mujeres.
Además de la pérdida de cientos de miles de vidas, de
empleos e ingresos, la salud de las mujeres se ha visto
afectada de forma dramática. Son las mujeres las que en
situación de mayor precariedad y con diferente estatus
migratorio, realizan mayoritariamente los trabajos
considerados como esenciales, sobre todo de cuidados,
tanto en el ámbito laboral como privado, en los hogares,
con graves impactos psicosociales en algunos casos.
En este contexto de crisis civilizatoria, Ecologistas en
Acción señala que se necesita promover otro orden social
que enfrente las desigualdades y relaciones de poder
existentes y tenga en cuenta la interdependencia y la
ecodependencia. Por ello, la organización ecologista ha
elaborado un decálogo de medidas que haga posible vivir
vidas dignas y compatibles con el equilibrio de la
naturaleza, y que defiendan la justicia social, la
equidad, la sostenibilidad y lo comunitario:
1. Una transición ecológica justa, para alcanzar
una sociedad sin energías fósiles, que revierta la
pérdida de biodiversidad y que respete los límites de
los ecosistemas. Fomentar el consumo de cercanía
adaptado a los ciclos de la naturaleza y sustituir los
sectores productivos más contaminantes. Es necesario
establecer mecanismos para que la producción y
distribución estén arraigadas en el territorio, sin
depender de la rentabilidad monetaria, garantizando su
accesibilidad y sostenibilidad. Los Fondos Europeos de
Recuperación, Transformación y Resiliencia y la llamada
política Palanca VIII (Nueva economía de los cuidados y
políticas de empleo), deberían emplearse para la
construcción de una nueva economía y acelerar la urgente
y necesaria transición ecológica.
2. Una reforma profunda y urgente del sistema
fiscal para que sea progresivo, justo, verde y
ecofeminista.
3. Reconocer el derecho al cuidado como un
derecho fundamental universal en todos los niveles,
tanto público como comunitario, sacarlo del ámbito
privado y doméstico y de la responsabilidad exclusiva de
las mujeres, que los vienen realizando de manera
gratuita e invisible. Se debe garantizar la
corresponsabilidad del trabajo doméstico y de cuidados
entre todas las personas, la sociedad y el Estado.
4. Reorganización socioeconómica de nuestro
sistema productivo, orientándolo hacia una economía de
los cuidados que priorice las tareas necesarias para el
mantenimiento de nuestras vidas y evite su
mercantilización. Un nuevo equilibrio social que corrija
las desigualdades por razón de sexo, género, raza
(entendida como contrucción social) clase, diversidad
funcional, orientación sexual o identidad de género, con
una redistribución y democratización del trabajo,
productivo y reproductivo, que sea indispensable y
necesario.
5. Justicia antirracista y decolonial. Los
territorios del Sur global y sus saberes son expoliados
desde hace siglos, perpetuando el desequilibrio de poder
y legitimando la violencia hacia estos colectivos de
forma sistémica. Es necesario atajar el racismo
estructural, revertir estas dinámicas y ubicar los
límites de cada posición (histórica, política,
subjetiva) para hacer un frente común contra la
dominación colonial, capitalista, racista y patriarcal.
No habrá justicia climática sin justicia decolonial.
6. Abogar por una dieta sana, ecológica y
sostenible sustentada por la soberanía alimentaria y la
implementación de la agroecología, en donde el papel de
las mujeres siempre ha estado muy presente y vinculado a
estas prácticas, compatibles con el respeto a la
naturaleza y animales no humanos. La experiencia y
demandas en materia de igualdad de colectivos de mujeres
rurales deben ser escuchadas. No podemos seguir
manteniendo las prácticas de la agricultura y ganadería
intensivas ni asumiendo prácticas que agudicen las
desigualdades.
7. Garantizar servicios y suministros esenciales
(agua, comida, saneamiento, energía, vivienda digna) y
el derecho a la educación pública de calidad, incluyendo
la educación para la sostenibilidad, la educación
ecofeminista, educación para la paz, educación sexual,
la justicia restaurativa, la interculturalidad y
empoderamiento de mujeres y hombres como ciudadanos y
ciudadanas globales.
8. Garantizar el derecho a la salud (física,
ambiental, comunitaria, sexual, mental). Esto exige una
sanidad 100 % pública y universal, protección frente a
la contaminación, impulso a la atención primaria, a la
medicina preventiva y a la salud pública, así como a la
educación respetuosa con la diversidad de identidades de
género y relaciones sexoafectivas bajo la lógica
público-social-comunitaria, en detrimento de la lógica
de mercado.
9. Ciudades y pueblos sanos y habitables, con
especial cuidado a las periferias, donde se priorice la
participación comunitaria y no organizando el trabajo y
el consumo en función del capital y en oposición y
disociación con la naturaleza. Deben ser entendidas como
espacios comunes, producidos y reproducidos por quienes
los habitan. Lugares inclusivos y saludables que
prioricen la coexistencia intergeneracional y la
proximidad de espacios naturales, una movilidad
sostenible que prime la cercanía, el uso peatonal y en
bicicleta y el transporte colectivo, basadas en una
economía no lineal sino circular, que cierre ciclos.
10. Sociedades libres de violencias machistas y
racistas, que garanticen los derechos humanos (entre
ellos los derechos sexuales y reproductivos) de todas
las personas, especialmente de quienes los ven
amenazados de manera especial (mujeres, personas LGTBQ+,
migrantes, habitantes del Sur global, personas
amenazadas por defender el territorio).
Además de publicar este decálogo ecofeminista,
Ecologistas en Acción quiere poner en valor luchas de
mujeres que trabajan en dirección a los objetivos
planteados. “Desde el sindicalismo feminista de las
jornaleras en lucha, a las activistas de la PAH
dejándose la piel por el derecho a la vivienda,
Territorio doméstico luchando por el 189, Ganaderas en
red visibilizando la situación de las mujeres en la
ganaderías, o las defensoras del territorio poniendo el
cuerpo contra los proyectos extractivistas", destacan.
Rosana Cervera, portavoz de Ecologistas en Acción: “Este
8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, Ecologistas
en Acción hacemos un llamamiento a todas las personas, y
especialmente a las mujeres, para seguir tejiendo
alianzas entre las organizaciones feministas y las
ecologistas, junto con organizaciones sociales de todo
tipo, como las organizaciones que trabajan en defensa de
los servicios públicos o los derechos humanos. Porque
sabemos que está en riesgo la sostenibilidad de la vida,
y que solo podremos asegurarla trabajando desde el
ecofeminismo por la justicia socioambiental. El futuro
será ecofeminista, o no será”. |