• Con el Día Mundial de las Ciudades, que
se celebra el 31 de octubre, finaliza Octubre Urbano y
Ecologistas en Acción hace público el informe ‘Turismo
en ciudades’. (página externa a este diario).
• El estudio desarrolla los aspectos del turismo en la
ciudad y los impactos en el medio urbano de las
actividades turísticas.
El Día Mundial de las Ciudades es un momento para
reflexionar sobre las ciudades y pensar en su futuro. En
los últimos meses la vida en los núcleos urbanos ha
cambiado drásticamente. El impacto de la COVID–19,
además de exacerbar los trastornos sociales, políticos y
financieros, está remodelando la vida urbana en todo el
mundo de una manera sin precedentes.
El turismo en las poblaciones grandes en España ejerce
presiones sobre el territorio, sobre sus recursos
naturales y culturales, pero también presiones sociales.
Estas últimas se están visibilizando con más intensidad
a raíz de fenómenos como la masificación de centros
históricos y la expulsión de habitantes debido a la
especulación inmobiliaria.
La ciudad ha dejado de ser el espacio social donde se
desarrolla la vida para transformarse en el espacio
productivo en el que la ciudadanía tiene que acoplarse
al lugar que les deja el mercado. Esto supone una
desregulación de cualquier aspecto de la vida capaz de
transformarse en negocio. La ciudad se convierte en un
escenario sin complejos de extracción de rentas y
plusvalías que pone al urbanismo y el suelo como
instrumento del neoliberalismo con graves consecuencias
para las personas y el medio ambiente. El urbanismo
debería intervenir para mejorar los procesos sociales,
pero se pone al servicio del capital, con la complicidad
de la administración pública.
Los procesos de turistización y especulación son
paralelos en muchas capitales. “Otra vez nos encontramos
con el mal urbanismo como base de enriquecimiento de una
élite que empobrece a la mayoría”, afirma Belén García
de la Torriente, responsable de turismo de Ecologistas
en Acción. “El engranaje es perfecto”, añade García de
la Torriente, “porque mientras se especula en el centro,
se destruyen espacios naturales en la periferia con
nuevos barrios fantasma donde se vuelve a especular,
debido al incremento de los precios de la vivienda”. En
definitiva, la sobreexplotación turística y la
mercantilización de los espacios públicos contribuye a
la decadencia de la vida social de los centros urbanos,
a la expulsión de la población de inferiores ingresos, a
la expansión de la mancha urbana y, en definitiva, a la
insostenibilidad y la exclusión.
Para Ecologistas en Acción los efectos sobre el medio
ambiente de esta dinámica urbanística, justificada en
parte por el turismo, tienen que ver con la expansión de
las ciudades. Esta expansión supone la desaparición de
espacios naturales, la ocupación de tierras fértiles,
desnaturalización de cauces y costas, pérdida de
biodiversidad, residuos y el aumento de la demanda de
movilidad, con un efecto directo sobre el cambio
climático.
El capital inmobiliario y financiero se ha fijado en los
barrios céntricos en los últimos años, como fuente de
importantes plusvalías a través de esos procesos de
rehabilitación y renovación social. Como ejemplo, el
fondo buitre Blackstone es el mayor casero de España.
Mientras esto sucede, los alquileres se disparan. Por
ejemplo, en el centro de Barcelona han subido en 2019 un
36 %.
Mientras los barrios más céntricos concentran el
comercio, los barrios circundantes pierden tejido
comercial, lo que implica una mayor especialización y
mayores necesidades de movilidad. Esto último impacta
directamente en las tareas de cuidados, ya que complica
y convierte en una serie de “hazañas logísticas” –en
palabras de García de la Torriente– tareas básicas como
el acompañamiento al colegio, la compra o las visitas al
médico y a familiares enfermos, principalmente llevadas
a cabo por mujeres.
Este proceso de rentabilización y exclusión se acompaña
por la pérdida patrimonial, a través de la relajación de
los niveles de protección del patrimonio urbano para
adaptarlo a nuevos usos: residencias, comercio de lujo y
hoteles, sobre todo. Al mismo tiempo, el efecto del
turismo urbano se manifiesta en la sobreoferta de ocio
que satura los espacios públicos y genera molestias a
las personas residentes, haciendo paulatinamente
incompatible la vida urbana tradicional con la
turistización.
Urge un cambio de políticas públicas que resuelva estos
conflictos porque la apuesta por el mercado es un
precipicio ambiental y social. Organizar una oferta
turística asumible social y ambientalmente, fiscalizar
adecuadamente las actividades en proporción al gasto que
ocasionan o replantear si el daño que ocasionan merece
el mantenimiento de la actividad.
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