• Ecologistas en Acción ha denunciado que
las algas marinas del género Gelidium, usadas como
espesante vegetal, se encuentran en estado de
vulnerabilidad.
• El arranque directo y la explotación ilegal, dos de
las causas que fomentan la pérdida de este alga y de sus
beneficios ecosistémicos.
• La organización ecologista ha solicitado un
seguimiento más continuado y riguroso de la situación de
las praderas de Gelidium así como el control y la
concienciación sobre su extracción ilegal.
El grupo de algas del género Gelidium se encuentra
presente en el norte de la península ibérica y en
algunos puntos del Mediterráneo occidental, aunque se
desarrolla con mayor abundancia en las aguas del
Cantábrico. Tal es la abundancia de estos ejemplares en
este entorno, que se les ha asignado nombres comunes que
varían según la comunidad. Por ejemplo, en Cantabria se
conoce como ‘la caloca’ y en Asturias como ‘el ocle’.
Las de la zona del Cantábrico forman extensas praderas a
una profundidad variable de entre tres y veinte metros,
dependiendo de la especie. Estas praderas pueden ser
colonizadas por determinados organismos marinos, que
pueden usarlas con distinto fin como refugio, protección
o alimentación. A lo largo del año, las algas
desprendidas, mayoritariamente por efecto de los
temporales, se van acumulando a lo largo de las costas
formando grandes extensiones (arribazones) que alcanzan
decenas de metros de longitud.
Desde que los japoneses descubrieran sus propiedades
gelificantes para la alimentación en el siglo XVII, su
uso se extendió por todo el mundo, empleándose
actualmente como espesante vegetal (E-406). Además, se
utiliza en la industria biomédica y biotecnológica,
siendo empleado para las placas de cultivo a nivel
mundial.
Debido a la importancia de estas algas en el mercado
para extraer agar-agar (el polisacárido que otorga la
consistencia gelatinosa), en el norte de España, la
extracción de Gelidium es de larga tradición en Galicia,
Asturias, Cantabria y Euskadi.
La explotación se realiza de dos maneras: recolección
directa de arribazón que se acumula en las costas, a
mano y con tractores; y arranque directo de las praderas
por buceo desde embarcaciones. La polémica surge de la
autorización de la extracción directa por arranque que
entra en competencia con la recogida del arribazón, que
se venía haciendo desde hace muchos años.
Estas actividades se llevan a cabo pese a la falta de
estudios científicos continuados en el tiempo, y
teniendo menciones en los pocos estudios realizados
sobre el retroceso claro de las praderas. Como
consecuencia, el trabajo de las familias tradicionales
se ve mermado al no llegar a las playas todo el
arribazón que llegaba antes y al destruir la
biodiversidad asociada. Por si fuera poco, favorece la
proliferación de especies invasoras en el sustrato
rocoso que queda pelado tras el arranque de Gelidium.
En Euskadi se decidió prohibir la extracción por
arranque directo ante la escasez del recurso, aunque sí
se permite la explotación de arribazón. En Asturias y
Cantabria, pese a haber normativas de regulación,
limitando la extracción de julio a septiembre, las
polémicas se disparan cada año en algunas localidades.
Además de las discrepancias administrativas, existe una
actividad ilegal relativamente importante, ya que esta
alga se cotiza a buen precio actualmente en el mercado:
de media, se vende entre 0.10-0.15 céntimos/kilo la
húmeda y entre 1.00 y 2.00 euros/kilo la seca,
dependiendo del año.
Ecologistas en Acción ha declarado que es necesario un
seguimiento más continuado y riguroso de la situación de
las praderas, ya que predomina la desinformación al
respecto. Según Clara Megías, portavoz de la
organización ecologista, “es necesario proteger este
ecosistema por sus valores intrínsecos como la gran
biodiversidad que aportan, pero también por ser unas
zonas muy importantes de alevinaje, y por lo tanto, muy
beneficiosas para otras actividades como la pesca”.
Por otro lado, pese a haber distintas normativas de
regulación que limita la extracción del fondo,
Ecologistas en Acción ha solicitado que se realice un
mayor control sobre la extracción ilegal. También que se
conciencie a pescadores y recolectores de la importancia
de respetar el tiempo de arranque, e incluso de poner
límites más restrictivos. El objetivo: que se pueda
regenerar naturalmente el espacio habitado por las
diferentes especies de Gelidium, que de media viven
entre tres y cuatro años. |
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