• Las niñas refugiadas en edad de recibir
educación secundaria tienen sólo la mitad de las
probabilidades que sus compañeros de sexo masculino de
matricularse en la escuela, a pesar de que representan
la mitad de la población refugiada en edad escolar,
según desvela “Ahora les toca a ellas”, un nuevo informe
publicado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los
Refugiados.
El acceso a la educación es un derecho humano
fundamental. Sin embargo, para los millones de mujeres y
niñas que forman parte de la creciente población
refugiada en el mundo, la educación sigue siendo una
aspiración en vez de una realidad.
La puerta de entrada a la escuela es mucho más difícil
de abrir para los niños y niñas refugiados de todo el
mundo que para cualquier otro niño. Y, en el caso de las
niñas y adolescentes refugiadas, resulta aún más difícil
encontrar – y mantener – una plaza en las aulas. A
medida que van creciendo, las niñas refugiadas sufren
cada vez más marginación; la brecha de género se amplía
al llegar a la educación secundaria.
“Ha llegado el momento de que la comunidad internacional
tome conciencia de la injusticia de negar el acceso a la
educación a las mujeres y niñas refugiadas”, declaró
Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados. “Estos resultados constituyen una
llamada de atención a nivel mundial, y os insto a todos
a uniros a nosotros para exigir que ‘Ahora les toque a
ellas’”.
El informe de ACNUR revela que las costumbres
socioculturales imponen a menudo que los niños tengan la
prioridad sobre las niñas en la escolarización. Las
carencias en las infraestructuras, así como la falta de
aseos apropiados y artículos para la menstruación,
pueden impedir el acceso de las niñas a la escuela.
Además, el precio de los libros, de los uniformes y del
traslado a la escuela puede resultar prohibitivo para
las familias refugiadas.
“Encontrar soluciones para los desafíos a los cuales se
enfrentan las niñas refugiadas que se esfuerzan por ir a
la escuela requiere acciones concretas en todos los
ámbitos: desde los Ministerios nacionales de educación a
las instituciones de formación del personal docente,
pasando por las comunidades y las aulas”, añadió Filippo
Grandi. “Hay barreras enormes que superar. Pedimos un
esfuerzo internacional para revertir la tendencia”.
Para ayudar a más niñas refugiadas a recibir una
educación de calidad, el informe de ACNUR propone
diferentes acciones y políticas, efectivas y viables al
mismo tiempo. Si los adultos refugiados pueden trabajar
y mantener a sus familias, también tendrán más
posibilidades de dejar que sus hijos vayan a la escuela.
Ninguna niña debería faltar a clase porque el trayecto
hasta la escuela sea demasiado largo o peligroso. Las
niñas refugiadas necesitan más protección frente al
acoso, las agresiones sexuales y los secuestros de
camino a la escuela.
También hay necesidad urgente de contratar y formar a
más docentes mujeres, tanto de las comunidades de
acogida como refugiadas, para asegurar que promuevan
buenas prácticas y ayudarlas a prohibir comportamientos
que podrían disuadir a las niñas de ir a la escuela.
El informe también demuestra que para las niñas
refugiadas una educación de calidad es una herramienta
de protección que reduce la vulnerabilidad a la
explotación, la violencia sexual y de género, los
embarazos en la adolescencia y los matrimonios
infantiles. Además, si todas las mujeres tuvieran acceso
a educación primaria, descendería el número de muertes
infantiles causadas por diarrea, malaria y neumonía.
La educación es también una herramienta de
empoderamiento. Cuanto más avancen las niñas en sus
estudios, más desarrollarán sus habilidades de
liderazgo, emprendeduría, autosuficiencia y resiliencia.
Estas ventajas son ilustradas con claridad por las
personas entrevistadas en el informe: desde las
adolescentes burundesas y ruandesas de la Escuela
Paysannat L, situada justo al lado del campamento de
refugiados de Mahama, que estudian juntas y se han
convertido en grandes amigas, hasta la maestra rohinyá
que dedica sus tardes a enseñar a los numerosos recién
llegados de su comunidad que han huido de la violencia
en Myanmar.
“Si continuamos descuidando la educación de las niñas
refugiadas, está claro que las consecuencias tendrán
repercusiones negativas en varias generaciones”, afirmó
Filippo Grandi. “Ha llegado el momento de hacer de la
educación de las niñas refugiadas una prioridad”.
Tan solo el 61 por ciento de los niños y niñas
refugiados tiene acceso a la educación primaria, frente
al promedio internacional del 91 por ciento. Respecto a
la educación secundaria, tan solo el 23 por ciento de
los adolescentes refugiados va a la escuela, en
comparación con el 84 por ciento a nivel mundial. |
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